Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

jueves, marzo 10, 2011

Talento y felicidad laboral

El ejercicio del talento propio tiene mucho que ver con la felicidad en el trabajo, un tema que inicié en el post anterior ¿Eres Feliz en tu trabajo? y que continúa aquí desde esa perspectiva.

Decía Aristóteles que la felicidad es plenitud y serenidad, y que se consigue cultivando tu mente y potenciando tu talento natural, porque según él, cada uno de nosotros tiene uno o más dones y cuando nos implicamos en el mundo utilizándolos, nos sentimos completos. Éste es el desafío aristotélico, descubrir tu propia grandeza y cuál es la capacidad a desarrollar.

Por otro lado Confucio decía que para ser grande, hacen falta otros y que la realización sólo se consigue a través de las relaciones armoniosas con los demás. Éste dilema aparente entre lo individual y lo colectivo lo resolvió Buda, conectando los principios de ambos y proponiendo abrir el corazón y entender que nuestra felicidad no puede generarse a costa de la de los demás, sino que, por el contrario, para ser felices tenemos que trabajar para la felicidad ajena, utilizando nuestros dones –talento- al servicio de los demás.

Así, las distintas escuelas filosóficas o metafísicas aquí descritas proponen distintas vías para alcanzar la felicidad, aunque todas compatibles desde lel punto de vista del talento. Aristóteles propone la introspección: profundizando mentalmente en el conocimiento propio, el del mundo y eligiendo el posicionamiento personal frente al mismo, vinculándola así con la responsabilidad personal.

El budismo propone la vía de la meditación, que profundiza en los sentimientos, permitiendo habitar el presente y mantenerse despierto, consciente y al margen de los dictados del ego. Sentarse tranquilos, respirar y permitir que la mente irradie pensamientos, sin suprimir nada y entendiendo quién eres, dándote cuenta de que no estás controlado por nadie. Por último, Confucio propone la vía del servicio a los demás y de ser útil otros.

Otras concepciones de felicidad más contemporáneas y relacionadas con el entorno profesional, también parecen estar en línea con lo descrito en los párrafos anteriores, como la de Srikumar Rao –entrada anterior- que dice que una de las claves de la felicidad es enfocarse en el proceso y no en el resultado, como hacen los niños. Disfrutar del viaje que elegimos emprender, sin condicionarlo de forma estricta a un resultado palpable -algo concreto que conseguir, que hacer o a un determinado estatus-.

No se puede volver a la niñez, pero sí corregir los modelos mentales disfuncionales que utilizamos, muchas veces de forma inconsciente, esas creencias que nos impiden vivir con felicidad el presente y el futuro, pero también el pasado que siempre puede ser reinterpretado. Porque al fin y al cabo, sólo existe el presente y la forma en que decidimos interpretar nuestra realidad. Un razonamiento que coincide plenamente con el de Lou Marinoff, en su libro “El ABC de la felicidad”, en el que me he inspirado para esta entrada.

Por último, también en el ámbito profesional y en línea con lo anterior, dice Pilar Jericó que el Talento está asociado al comportamiento que nos lleva a alcanzar resultados superiores y que requiere cualidades individuales –tres componentes: capacidades, compromiso y acción- y de equipo u organizativas -capacidad de crear valor para el equipo-, también que la falta de confianza o lo que es lo mismo, el miedo, nos crea una situación de ansiedad que impide que el talento fluya, por el propio estrés que conlleva y el bloqueo mental que supone.

Mi propuesta de felicidad laboral, es utilizar las tres vías que proponen los filósofos aquí mencionados: autoconocimiento, conexión con el propósito y ejercicio del talento al servicio de los demás.

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