Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

lunes, abril 23, 2012

Liderazgo, nuestra oportunidad

Una de las ideas que más se repite en las tertulias seudopolíticas a las que podemos asistir en los medios de comunicación gira en torno a la carencia de liderazgo que sufre nuestra sociedad. Carencia que inopinadamente se detecta en las esferas políticas, pues para el mundo privado siempre podemos encontrar algunas excepciones entre empresarios, deportistas y algún erudito científico o humanista.

Los últimos gobiernos, de signo socialista, han sido profusamente criticados por ello, más aún desde mayo del 2010. La oposición de entonces con el presidente Rajoy al frente, tres cuartas partes de lo mismo y desde que es gobierno, más si cabe. Hablamos de liderazgo en términos extremos. Algo también muy nuestro, o todo o nada, o blanco o negro, sin dejar lugar a los matices, que precisamente es lo que la vida nos enseña a interpretar.

Desde nuestro corazón más populista, un líder es aquella persona que está en la cúspide de una Organización, o de una actividad, y que además tiene éxito. Cuando deja de estar allí o el éxito se esfuma, también se desvanece el sustantivo adjetivado. Este sentido trágico, de corral de comedia, que los españoles le damos a la vida, no nos permite plantearnos las situaciones por las que pasamos como oportunidades. Una de nuestras frases favoritas es aquella de “que buen día hace, verás como viene alguno y lo j…..oroba”.

Abordamos varias reformas: la financiera insuficiente, la laboral excesiva. Si se plantea una revisión de la estructura del Estado, unos al federalismo más radical y otros al centralismo más rancio. Actuamos como un pueblo esquizofrénico y en consecuencia tenemos una concepción del liderazgo como tal.

Algunos de nuestros renombrados historiadores y autores de literatura de ficción histórica nos recuerdan lo mal que hemos tratado siempre a nuestros líderes, a nuestros héroes. Dejándolos en el descrédito y a su suerte, en no pocas ocasiones. Es que somos así. “Que buen vasallo si hubiese buen señor” se lee en el Cantar de Mío Cid.

No es cierto, no somos así. Es como actuamos, no como somos. Actuamos de semejante guisa porque interpretamos nuestra realidad de esa manera, en extremos. Estás conmigo o contra mí. Esta dicotomía es la que nos impide plantearnos nuestro entorno de manera pragmática, tomando de cada opción aquello que beneficia al conjunto.

El hecho es que tenemos líderes, en nuestra interpretación. De lo que carecemos es de personas con un determinado estilo de liderazgo, más humanista, más científico y a la vez más pragmático. Esta es la gran oportunidad de los momentos en que vivimos. En la misma línea de lo anterior tenemos arraigada la creencia de que lo líderes nacen, tienen condiciones inherentes. Como creencia no es más que eso, pero su significado es una barrera a forjar líderes.

Los líderes se crean, se desarrollan, se forman. La base de crecimiento de un pueblo, de un país, empieza en crear líderes. En desarrollar personas capaces de perseguir un objetivo, personas que se comprometen en hacer todo lo posible por alcanzarlo. El resultado no dependerá exclusivamente del líder, aunque las posibilidades de alcanzarlo estén directamente relacionadas con el empeño que se ponga en ello.

La oportunidad que ahora tenemos, es precisamente esa, crear líderes. Los líderes se crean desde la base, desde el sistema educativo. De ahí nuestra gran oportunidad. La reforma del sistema educativo es la clave. Influye en la estructura del mercado laboral, en la manera de hacer negocios, en como gestionamos un país, en la forma de abordar la cultura y sobre todo en como interpretamos la realidad.

En el jardín de infancia es donde empezamos a empaparnos de las creencias que nos rodean y es, en ese momento, cuando empezamos a dar forma a las interpretaciones de la realidad, que años más tarde reproducen nuestra dicotomía extremista.

Un sistema educativo novedoso podría basarse en recuperar algunos valores tradicionales y en incorporar otros, donde la responsabilidad, el esfuerzo positivo (no el sacrificio), el pragmatismo, la aceptación de los demás (no la tolerancia), el refuerzo de la confianza de cada uno de nuestros estudiantes, la libertad para probar, equivocarse y aprender jueguen un papel fundamental.

Los líderes del presente siglo no basan, ni basarán, su acción en la acumulación de información, sino en experimentar y probar con libertad alternativas diferentes a la que se tienen. El líder de los años venideros pondrá en duda todo lo que tiene alrededor, buscando la excelencia y la productividad.

Si queremos un país excelente ¿Por qué dejamos la reforma de la educación para el final? La enésima reforma de la educación de nuestro país debería perseguir forjar líderes.

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