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sábado, junio 27, 2015

¿Qué puede hacer Europa para tener su propio Silicon Valley?

Apple, Google, Facebook, HP, Twitter, Uber, etc. son hijas de Silicon Valley, una pequeña porción de California que desde los años  70 no ha parado de “dar a luz” a algunas de las empresas más importantes e innovadoras del planeta. En Europa en cambio, pese que lleva años intentando imitar el modelo americano, de momento pocas iniciativas han funcionado.

Es cierto que en el “viejo continente” hemos visto cómo desde hace diez años se han multiplicado las incubadoras y aceleradoras de startups, ha empezado a florecer el capital riesgo y algunas empresas, como Spotify o Skype hunden sus raíces en territorio europeo. Y también lo es que en los últimos años hemos visto cómo Europa ha visto nacer hubs de emprendimiento que aspiran a atraer talento y ofrecer una opción a todos aquellos que no quieren o no pueden “emigrar” a Estados Unidos.

Pero con eso y con todo, cuando analizamos la escena de California y la comparamos con la de Europa tomada en su conjunto, sigue siendo muy complicado defender el modelo europeo. ¿Qué es lo que falla? ¿Qué hay en California que no hay en Europa? A esta pregunta es la que intenta responder Larry Downes, en un estupendo artículo para el Harvard Business Review. Y es que el punto de partida es sencillo: de las 15 grandes empresas del mundo tecnológico, ninguna es europea.

Los orígenes del Valley

Pocos dudan que el área que actualmente ocupa el sur de la bahía de San Francisco tendría un nombre muy diferente si las universidades de Berkeley y Stanford no hubiesen escogido precisamente ese sitio para impulsar una apuesta por el I+D y la tecnología como nunca se ha visto antes en el panorama universitario estadounidense.

Lo hacen además en un momento muy especial, en convergencia con movimientos hippies, contraculturales y de apasionados por el desarrollo de la informática personal, configurando una escena difícil de repetir en otro momento y en otro lugar. Pero si esto puede justificar parte de los orígenes del valle californiano, es difícil sostenerlos como únicos argumentos para su éxito.

Europa si bien tal vez de una forma no tan destacada como Estados Unidos, tenía y sigue teniendo centros universitarios de gran nivel, capaces de atraer talento internacional y en teoría poder competir con sus homólogos americanos.

Una regulación que lo cambió todo

¿Cuál era entonces la diferencia? Para Larry Downes, casi todo puede entenderse si comprendemos la regulación y las leyes que se pusieron en marcha en ese momento. Leyes que abogaron por una máxima flexibilidad del mercado, favorecieron la incorporación y la rotación del talento y que fomentaron la inversión, casi renunciando a recaudar impuestos sobre el I+D y la nueva economía. Algunas de las leyes que más tuvieron que ver con el éxito del Valley fueron las siguientes:

Fomento de la libre competencia
California es una de las pocas entidades administrativas del mundo que históricamente se ha negado a promulgar leyes que limiten la libre competencia entre empresas, el sentido que las organizaciones desde un punto de vista legal, no pueden impedir que un trabajador fiche por su competencia.

Gracias a esta medida, los trabajadores de Silicon Valley tienen más libertad a la hora de trabajar para las mejores empresas y las startups pueden aspiran a fichar a los mejores nombres. A la vez, las grandes empresas se ven obligadas a construir mejores espacios y ambientes de trabajo, fomentar la creatividad, etc. para retener el mejor talento. Famoso es el intento de Steve Jobs por sortear esta ley intentando llegar a un acuerdo “explícito” con empresas como Google o Yahoo! para no fichar a trabajadores de otras compañías. La cosa no acabó saliendo bien del todo.

Liberalización extrema del mercado de trabajo
A cambio de esta libre competencia, el mercado de trabajo en California es extremadamente flexible. Tan sencillo resulta contratar un nuevo trabajador, como acabar por despedirlo a los pocos meses. Para las empresas esto implica que pueden crecer de forma rápida y sencilla pero a la vez, decrecer con la misma facilidad. Y esto se ve a diario en las miles de startups que florecen “al calor” de grandes como HP, Intel y otras. Abundan las startups capaces de pasar de 10 a 100 empleados en tres años, para después volver a su “estado original” tras el fracaso de su modelo de negocio o la venta al mejor postor.

Desde el punto de vista del trabajador, implica también que los tiempos en los que permanece en una misma organización sean más cortos por término medio, pero a la vez hay una mayor movilidad que permite que las ideas innovadoras salten de una a otra empresa, de un sector a otro con gran rapidez.

The Prudent Man Rule

En 1978  el departamento de trabajo de Estados Unidos puso fin a lo que se conocía como “The Prudent Man Rule“, una ley que limitaba la participación de organismos institucionales (fondos de pensiones, etc.) en actividades que eran consideradas de alto riesgo.

El resultado del fin de esta restricción se tradujo en que instituciones tradicionales como CalPERS (el fondo de pensiones para los funcionarios de California), pasaran a convertirse en la cuna de los modernos fondos de capital riesgo, mucho antes aquí que en el resto del país.

Imposiciones en las rentas del capital
De todas las medidas, unas de las que mejor explican la inversión en Silicon Valley, es la poca presión fiscal existente en el valle californiano sobre las rentas sobre el capital y cómo ha evolucionado en los últimos años. Del 49% de imposición que se aplicaba en 1978 se pasó a un 20% en 1981.

La reducción permitió tomar más riesgo en las inversiones, en un momento de gran efervescencia de nuevas tecnologías. Se calcula que la inversión de fondos de riesgo hasta 2014 en tecnología han superado los 48.000 millones de dólares. Si eliminar “The Prudent Man Rule” favoreció la incorporación de nuevos actores, las nuevas medidas fiscales animaron a invertir cada vez más.

Otras medidas favorables

Ni la presencia y actividad de universidades de prestigio, ni las leyes que hemos visto hasta ahora explican por sí mismas el éxito fulgurante de Silicon Valley. También hay que tener en cuenta decenas de otras leyes, condiciones ambientales y económicas y el espíritu de una sociedad mucho más abierta que en otros estados del país

Entre las “medidas menores” que han favorecido la creación de este ecosistema, también cabe destacar la regulación “Permissionless Innovation” impulsada por la Administración Clinton, que abogaba por una regulación mínima y una imposición mínima sobre lo que entonces denominaron como la “Internet Economy” (hardware, software y redes); facilitar la compra de acciones por parte de los empleados; leyes que protegen a los trabajadores y el medio ambiente a un coste eficiente; equilibrio entre propiedad intelectual y competencia, etc.

Si Europa quiere en un futuro tener su propio Silicon Valley, tal vez debería examinar las medidas políticas que permitieron el triunfo de este. En todo caso, la aprobación del mercado único digital  europeo, parece a priori un paso en la buena dirección.

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