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Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

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lunes, octubre 17, 2016

#Futureofwork ¿Cómo debemos actuar como Sociedad frente al nuevo mercado dual?


Un nuevo entorno productivo: globalizado y digital

La lenta decadencia de Europa frente a las economías emergentes es un tsunami al que se intentó poner un muro de frágiles ladrillos con la Estrategia de Lisboa del 2000, cuyo objetivo era convertir a la Unión Europea en la economía del conocimiento más dinámica y competitiva del mundo. Desde este primer intento se ha intentado otras políticas que especialmente en las economías del sur de Europa no han tenido éxito.

Para que las empresas puedan seguir siendo más competitivas en el sur de Europa en esta nueva economía globalizada con entornos laborales y empresariales con más posibilidad de deslocalización y donde las condiciones las impone la economía del más productivo, a menudo el más pobre, se están cambiando las formas de trabajo y cambiando la relación trabajador-empresa hacia modelos más precarios.

El remedio frente al incremento de la productividad en el mundo actual se llama innovación, lo que supone incrementar la velocidad de cambio, en muchos casos con la palanca de la digitalización, y  cambiar los procesos de negocio y de gestión, con nuevos modelos de negocio donde la flexibilidad laboral es un imperativo.

Los efectos de la globalización y la digitalización que tal como señala Riffkin en “El fin del trabajo”, reduce el número de efectivos y produce la substitución hombre-máquina están siendo medidos por numerosos estudios y foros que sitúan sus efectos de forma inminente en términos de paro con amplios nichos de la población afectada, especialmente la menos formada y menos “digitalizada”.

Además de la expulsión del mercado de trabajo de un elevado número de personas, la presión por los costes laborales estaría provocando en los aún mantienen sus puestos de trabajo una elevada precariedad de las relaciones laborales en los sectores menos competitivos, cuyos principales síntomas son contratos temporales sistémicos, contratos a tiempo parcial que obligan a acumular trabajos, contratos de proyecto o empleados freelance.

Pero, mientras se abre este escenario pesimista,  también es cierto que sea abre otro escenario donde este entorno de trabajo se percibe en términos de oportunidad.  La denominada “Segunda economía” (de Brian Arthur) o “digitalizada”, además de incrementos brutales de productividad, está creando nuevos puestos de más valor añadido y de una mayor complejidad. La aceleración del cambio tecnológico y la hiperconectividad provocan una aceleración en el cambio de los procesos productivos y en los modelos de negocio en numerosos sectores empresariales que ofrece enormes oportunidades para nuevos trabajadores con cada vez de mayor capacidad creativa e innovadora. El futuro de Europa debería ser digital: una enorme oportunidad para el talento,…. Pero países como el nuestro no hacen políticas activas para aprovechar esta oportunidad.

Parece que caminamos hacia modelos de trabajo duales donde habrá trabajos de más calidad pero muy cambiantes y que exigen hiperespecialización y otros cada vez más precarizados. Y la forma de afrontar esta nueva realidad más flexible para algunos es percibida en términos de precariedad del modelo de trabajo (escenario negativo) y para otros, cómo una oportunidad para crear entornos de más libertad y de bienestar, más humanos (escenario positivo).

Escenario Negativo: La nueva realidad implica precariedad

La externalización de muchas funciones de la empresa provoca temporalidad y autoempleo. El  ajuste constante entre demanda y oferta que provocarán una elevadísima obsolescencia profesional, conjuntamente con  incremento de la vida laboral, trabajar hasta casi el final de nuestros días son algunas de las peores consecuencias de las nuevas tendencias laborales en este nuevo mercado laboral más flexible.

La flexibilidad se convierte en una necesidad de pluriempleo en personas ocupadas a tiempo parcial y a veces a tiempo completo para incrementar ingresos, un aumento de “autoocupados”, en trabajo irregular y  movilidad del talento, especialmente del más joven, global y preparado que puede “enriquecer” o “empobrecer” regiones o países. Esta flexibilidad en las relaciones entre trabajador y empresa es a menudo analizada en términos de precariedad.

Un nuevo lenguaje como ‘flexiseguridad’, resilencia, flexibilidad empresarial o trabajo Kowmad, ha aparecido para intentar denominar estos nuevos fenómenos que tiene cómo indicador más claro el incremento del porcentaje de personas autónomas o que trabajan para varias empresas.

Esto obliga a los trabajadores a ser socialnetworkers, a estar hiperconectados para aprender más rápido, a estar en constante búsqueda de recursos y crear redes informales, para ser más visibles mediante marca personal en mercados de trabajo más dinámicos para hacer frente a este entorno de inseguridad. Obliga a estar en permanente formación para intentar conseguir una “empleabilidad” cada vez más compleja.

El análisis de este fenómeno de precarización se asocia por muchos estudiosos a menos salario y pérdida de derechos laborales y que estaría deteriorando de forma paulatina el estado del bienestar. La desigualdad que marcan los diferentes indicadores en nuestras economías desarrolladas sería la prueba de las nefastas consecuencias de este nuevo entorno.

Para algunos la única forma de hacer frente a las crecientes bolsas de personas que quedan fuera de un mercado laboral hipercambiante seria garantizar las condiciones laborales, reducir las horas de trabajo,  obligar a las empresas a responsabilizarse de estas nuevas situaciones y que el estado interviniese ayudando más a los “danmificados” por la volatilidad del mercado laboral para la cual nadie los preparo ni de la que nadie les advirtió.

Incluso se habla cada vez más de la creación de una renta mínima que intentará acoger a las personas que inevitablemente serán expulsadas del mercado laboral por la digitalización y la globalización. De esta forma el incremento de productividad sería repartido para aquellos que no han tenido la suerte o la habilidad de mantenerse dentro del sistema ayudando a mantener la cohesión social debida a la creciente desigualdad.

Escenario positivo: el trabajo flexible cómo fuente de bienestar

Para otros profesionales y para muchos estudiosos del trabajo la flexibilidad, la volatilidad y la inseguridad no tienen estos aspectos negativos que conducen a la precariedad, sino más bien son nuevas reglas en lo que podría ser un nuevo entorno de libertad para el trabajador que genera bienestar.

Con un cierto tono espiritual, algunos creen que el diseño activo de la propia vida laboral implica un trabajo más humano y que contribuye más a la autorealización. La casi mitificación de los emprendedores, Knowmads o microempresarios  vistos como  personas que pueden construir “su carrera” y circunstancias laborales contribuyen a esta nueva forma de analizar las flexibilización. Dónde hablar del trabajo es hablar de pasión, trascendencia o sentido de por vida. Se habla del trabajo como fuente de felicidad y autorrealización como valores que asumen cada vez más las nuevas generaciones, que quieren “quitarse las cadenas de la seguridad” del trabajo rutinario y precario que ofrece nuestra decadente realidad laboral actual.

Lynda Gratton, en Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí, nos habla de cómo estos fenómenos duales producen un cambio de pacto laboral que antes era tiempo por dinero, a otro de trabajo por sentido, siendo una de sus conclusiones que  “quien quiera un trabajo deberá inventarlo a su medida”.

El trabajo se presenta no solo cómo nuestra forma de generar ingresos. El trabajo contribuye a crear nuestra identidad y nuevos valores cobran importancia. Los aspectos intrínsecos del trabajo ganan frente a los aspectos extrínsecos (retribución, horario, condiciones…).

Para muchos de estos nuevos trabajadores su principal objetivo será ganar independencia y romper las relaciones laborales, tener más flexibilidad para el aprendizaje y asumir la responsabilidad de su propia biografía laboral. Es lo que se denomina la ética hacker: aquel que trabaja con gran pasión y entusiasmo por lo que hace. La ética hacker se contrapone a la ética weberiana  del esfuerzo. La ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad y consiste en combinar la pasión con la libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en metas como lo social, la transparencia o la franqueza.

Estos nuevos profesionales, “artesanos”, en palabras de  Sennet, son dirigidos por un impulso duradero y básico; el deseo de realizar bien una tarea, centrando su dedicación en aprender y desarrollar las habilidades para crecer como un trabajador competente, pero que aprecian más que nada su libertad y autonomía en torno a un proyecto profesional personal.

En una economía dual donde las empresas querrán a trabajadores de alto valor añadido, este tipo de profesional podría ser muy apreciado, pues la trascendencia que le da a su trabajo y a su formación lo hace un trabajador brutalmente competitivo. Pero curiosamente esta tipología de profesional a menudo rechazará una vinculación laboral estable, rechazará lo que percibe cómo la trampa de la falsa seguridad del contrato laboral, pues no querrá dejar su vida en manos de otros. Para estos trabajadores un contrato laboral es analizado en términos del “feudalismo laboral”, un fenómeno de épocas pasadas, que ofrecería un precio demasiado bajo para sus sueños.

No hace falta decir que los que plantean este tipo de escenarios a menudo se olvidan de plantear que muchos trabajadores que optan por este tipo de trayectoria profesional fracasan. Ser emprendedor o un Knowmad exitoso está al alcance de pocas personas. La autoexplotación, el riesgo económico, la exigencia y complejidad de ejercer este tipo de trabajo suelen ser minimizados por las personas que ensalzan estos nuevos modelos laborales.

¿Cómo debemos actuar como sociedad frente al nuevo modelo dual de trabajo?
Se está configurando un entorno laboral cada vez más dual, más exigente, al que muchas personas no podrán adaptarse y que es previsible que cada vez afecte a más personas y sectores económicos e incluso a las propias Administraciones Públicas, presionadas por criterios de eficiencia, las últimas que probablemente verán cómo el trabajo para toda la vida laboral es ya algo del pasado.

Nadie duda de los efectos que comportan la globalización y la competitividad sobre la flexibilidad del mercado laboral. Y aunque hemos descrito dos escenarios para describir la nueva realidad, casi filosofías de cómo hacer frente a estos efectos, ninguna de las dos es excluyente. Se basan en fenómenos que se están produciendo a un mismo tiempo y que destacan los aspectos más positivos y negativos de este fenómeno.

No obstante, como sociedad nos debemos preparar para ello y debemos actuar urgentemente y de forma decidida. Y parece razonable que en nuestros sistemas educativos haya cambios radicales para que las nuevas generaciones se puedan preparar para un nuevo mercado laboral, para que puedan asumir su mayor complejidad, para que puedan ser mejores trabajadores con mayores garantías de éxito y puedan ser lo más felices posible.

Tampoco parece desdeñable, que especialmente en países como España con una enorme bolsa de parados de larga duración, se hagan medidas muy ambiciosas que permitan resituar a muchas personas en los nuevos entornos laborales y los preparen para situarse en un nuevo entorno para el cuál no fueron preparados con medidas de soporte ya acompañamiento. No podemos esperar a que nuevas generaciones con nuevos valores y estilos lleguen al mercado laboral, tenemos que preparar a las que ya existen en las nuevas profesiones y nuevos modelos de trabajo.

Además de las medidas de cambio radical del sistema educativo se hace urgente por parte del gobierno y todas las instituciones realizar un gran pacto que permita realizar una triple agenda de políticas activas: digitales, de innovación y las basadas en potenciar crecimiento de las micropymes para hacer frente a la globalización y la internacionalización. Una agenda que de un papel facilitador y activo al estado que rompa de forma radical las inercias de nuestros sistemas productivos, educativos y económicos.

Nuestra sociedad tienen el reto de ayudar a sus ciudadanos a en esta nueva revolución del trabajo. Si fracasa en el intento, si la desigualdad se incrementa y se percibe el nuevo mercado dual cómo más injusto, las consecuencias políticas asociadas a estos nuevos fenómenos no se harán esperar.

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