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martes, mayo 08, 2018

En la era actual, reputación mata información


En una época en que los datos llueven a veces de modo caótico, cobra mucha más fuerza la recomendación que hace una persona que el resultado de un algoritmo. Crédito: Shutterstock

Cualquiera podría pensar que una de las empresas de cresta de ola tecnológica más exitosas del mundo elige y capta sus empleados mediante un sofisticado algoritmo, como el que usa para el corazón de su modelo de negocios. Y sin embargo, desde su fundación en 1998, Google logra que más de la mitad de sus nuevos empleados ingresen como "referidos" de personas que ya trabajan en la empresa. En algunos años la proporción superó el 70%, siempre fue de más del 50% y el porcentaje no baja, a pesar de los avances en inteligencia artificial.

El caso, que está contado en el libro Work Rules, de Laszlo Bock, es para el emprendedor Carlos Miceli una de las facetas donde se manifiesta una paradoja emergente de esta nueva era: la reputación, con el avance de la tecnología, pasó a ser aún mucho más importante que la información. "Sobre todo con las redes sociales, se desinclinó la cancha en el mercado de talento y hay mucha menos asimetría de información entre el empleador y los potenciales empleados. En LinkedIn y otras plataformas todos comparten sus impresiones sobre las diferentes culturas de trabajo. Tanto para las empresas como para los empleados la información no es tan importante como la reputación", explica Miceli.

Gloria Origgi es una filósofa italiana e investigadora del Centro Nacional Francés para la Investigación Científica (CNRS). El año pasado, Origgi escribió un libro sobre este tema y dos semanas atrás publicó un artículo en Aeon titulado: "Dígale adiós a la 'era de la información': Todo se trata de reputación ahora". "Hay una paradoja subvaluada en el campo del conocimiento, que juega un rol pivotal en las democracias liberales e hiperconectadas: cuanto mayor es el volumen de información que circula, más utilizamos y nos recostamos sobre dispositivos reputacionales para evaluar los datos", sostiene Origgi.

"Lo que vuelve a este fenómeno paradójico es que el vasto aumento de nuestro acceso a la información y al conocimiento que experimentamos hoy, no nos empodera más ni nos hace más autónomos a nivel cognitivo. Por el contrario, nos vuelve más dependientes de los juicios y opiniones de terceras personas", agrega.

La capa que enfatiza Origgi es la del flujo de información y de cómo en una época en la cual los datos "llueven" de manera torrencial, a menudo de manera caótica, sube el precio de los "filtros" para hacer sentido en este océano. "Visto con esta perspectiva, la reputación se volvió un pilar central de la inteligencia colectiva en la actualidad", dice la filósofa italiana. La suba en el valor de los filtros se torna más relevante aún, enfatiza, cuando tomamos conciencia de la ubicuidad de las noticias falsas.

Y también con la denominada "crisis de atención" que miden de manera sistemática los economistas, porque sus costos en términos de productividad son más elevados de lo que se pensaba. Una atención capturada por algoritmos cada vez más eficaces para hacerlo, lleva a más y más prolongados momentos de distracción diarios, que sumados producen "días de distracción", en los que el output laboral puede ser sensiblemente menor. Además de la ansiedad generada, que también impacta sobre las habilidades cognitivas.

"A nadie debería extrañarle esta suba del precio de la 'reputación' por sobre la información, porque estamos viviendo una crisis de confianza sin precedente en el mundo", dice Alejandra Spriegel, especialista en innovación y cambio empresarial.

Hay diversos indicadores globales de confianza (en instituciones, en el Estado, empresas, sindicatos, medios, etcétera).

La medición de 2018 del Barómetro de Confianza de Edelman, por ejemplo, mostró una caída sin precedente en la mayor parte de los 28 mercados que releva. "En los Estados Unidos, la confianza de la sociedad promedio en las instituciones implosionó este año, cayendo 23 puntos hasta 45, y marcando el trimestre más bajo de los medidos hasta ahora", informó la consultora. No se salva nadie.

"En términos de economía y negocios, esto es dramático", cuenta Ernesto Weissmann, especialista en teoría de la decisión y director de la consultora Tandem. "La confianza es un motor de la economía, una habilidad que se aprende, que se puede cuantificar, que incrementa la rentabilidad en las organizaciones y que vuelve las relaciones más dinámicas. Sin confianza no hay equipos verdaderos", dice. Y suma: "Hay una crisis mundial de confianza en las instituciones, y por eso hay que empezar a gestionarla de otra manera".

La confianza, destaca Weissmann, es el pegamento de las cadenas de acuerdos que componen las organizaciones. "Al contrario de lo que muchos creen, los compromisos asumidos surten efectos y modifican realidades desde que se asumen, independientemente de si se cumplen o no. Cuando le digo a mi hijo que le voy a dar un beso cuando llegue, duerme tranquilo. Cuando le informo a alguien que le pagaré el préstamo, sale a gastar", marca el profesor.

Hay un aspecto adicional de la exponencialidad del cambio que refuerza aún más el protagonismo de la reputación y de la confianza en las empresas, los gobiernos y los individuos. Lo remarcó la CEO global de IBM, Ginni Rometti, en una convención de la compañía en Las Vegas. Según dice, las organizaciones hoy solo poseen 20% de su información digitalizada y "compartible". Los nuevos modelos basados en tecnologías exponenciales volverán una instancia competitiva definitoria al hecho de tener un mayor porcentaje de esa información subida. "Pero cuando se dé un acuerdo entre dos firmas y estas tengan que compartir sus mares de datos, ambas deberán poseer una confianza total en la contraparte, porque los riesgos son altísimos. Por eso es clave la reputación", dijo Rometti.

Aquí puede aplicarse 100% la analogía del filósofo Daniel Dennett entre el momento que estamos viviendo ahora a nivel social, cultural y económico con la irrupción de tecnologías que le restan opacidad al océano de interacciones entre los individuos, y la "explosión del cámbrico", una ventana de 20 millones de años en la que 540 millones de años atrás explotó la diversidad de vida sobre la tierra. Según el biólogo inglés Andrew Parker esto ocurrió porque la composición química de los océanos en ese período los volvió más trasparentes, y el sentido de la vista empezó a ser un vector evolutivo fuerte. Esta explosión de diversidad biológica se asemeja a la explosión de diversidad en negocios e interacciones de la actualidad, con un eje en común: la mayor trasparencia.

Para Miceli, muchas empresas optan por cerrar los ojos y echarles la culpa a los millennials u otros factores. "Las compañías dicen todo el tiempo, en los medios y eventos, que 'no hay suficiente talento' en el mercado. Y lo que está sucediendo es que ellas no son deseables para esa gente talentosa. No queda otra que asociar a los empleados como fuente de atracción para nuevas incorporaciones. El problema es que eso solo funciona si de veras la firma es un buen lugar para trabajar".

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